“La producció editorial en les normes de la Real Acadèmia de Cultura Valenciana (1979-2004).”
En: A. Atienza, F. Bens, V.R. Calatayud et al. 25 anys de les Normes valencianes de la RACV, dites d'El Puig.
València: Associació d’Escritors en Llengua Valenciana – l’Oronella [Cresol Lliterari, 9 / Els fanals de la terra, 9], 2005, pp. 9-139. ISBN 84-89737-75-4.
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Traducción de las conclusiones
La bibliografía y la bibliometría que ofrecemos aquí refleja el esfuerzo de un sector de la sociedad valenciana durante más de un cuarto de siglo por cultivar, promocionar y difundir su lengua propia, la valenciana, tal y como la entiende y la siente. En contra de opiniones poco justificadas que han circulado a menudo, basadas en prejuicios sin fundamento objetivo, los datos muestran que el movimiento de las normas de la Real Acadèmia de Cultura Valenciana (NRACV) se ha preocupado por la lengua, ha luchado por publicar en valenciano y no se ha limitado a hacer poesía de Juegos Florales o fallera. Podemos comprobar la variedad de temas y géneros que se han tocado, el buen número de autores que en un momento determinado han colaborado con el proyecto que estas normas suponían y la ambición por desarrollar literatura de ficción, especialmente en narrativa, y a llegar en última instancia a abrazar todos los campos de la cultura en valenciano. Los intentos de minimizar, silenciar o incluso negar la existencia de este movimiento lingüístico y cultural quedan, por lo tanto, en evidencia.
No obstante, los datos también nos hablan de un movimiento que no ha llegado a las metas que se había propuesto en sus orígenes: obtener el estatus de norma oficial, vehicular la cultura en valenciano, y ser una alternativa real a la normativa impulsada inicialmente por la Universidad y adoptada todos estos años por la Consejería de Cultura. La fluctuación del número de publicaciones, la baja productividad de la mayoría de las editoriales y la elevada presencia de autores-editores refleja las dificultades que estas normas han tenido para entrar en el circuito editorial profesional y el amateurismo con que frecuentemente se han abordado las ediciones, sobre todo en la década de los ochenta. Esto se ha corregido parcialmente en los últimos años, pero la realidad es que la producción no ha acabado de consolidarse socialmente y ha demostrado una excesiva dependencia del apoyo institucional junto a una falta de apoyo popular real que, más allá de las declaraciones de intenciones y las manifestaciones multitudinarias, no se ha traducido en lectores que pudieran hacer viable un mercado del libro en estas normas ortográficas. El descenso de la producción editorial de los últimos años marca un cambio de ciclo condicionado en gran medida por el apoyo de las fuerzas políticas valencianas mayoritarias a la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) y su normativa, y al reconocimiento tácito que las NRACV ya no tienen opción de llegar a ser oficiales. Comprobar que las ediciones en asturiano duplican prácticamente las publicadas en las NRACV es un hecho que debería hacer reflexionar los usuarios actuales de las normas del Puig y hacerlos plantearse cuál es su proyecto de futuro y cuál va a ser a partir de ahora su contribución a la lengua, a la cultura y a la sociedad valencianas. Continuar negando las importantes aportaciones a la cultura valenciana que se han hecho y se pueden hacer desde la normativa hoy oficial no parece un camino acertado.
Por otra parte, la continuidad de las ediciones en las normas de la RACV incluso en los años de mayor desafección institucional (1987-1990), en una época en que ni tan siquiera existía un medio económico, accesible y con posibilidades de reunir a todo el mundo como es Internet, demuestran que el enfrentamiento normativo no podrá ser resuelto simplemente por decreto o suprimiendo ayudas públicas. Pretender explicar el conflicto lingüístico intravalenciano únicamente en clave política es simplista e inexacto: los políticos no escriben los libros ni pueden forzar un autor a crear una novela en una determinada normativa. Además, la hipótesis política obvia intencionadamente los antecedentes que, desde Josep Nebot a finales del siglo diecinueve, han insistido a lo largo de todo el siglo veinte en la personalidad diferenciada del valenciano desde un punto de vista lingüístico, y rehuye los problemas causados por un modelo de lengua artificioso excesivamente distante de la realidad valenciana. Es necesario, por tanto, un esfuerzo activo y generoso del sector actualmente mayoritario en mundo cultural valenciano, para entender las motivaciones y las razones de los usuarios fieles a las normas de la RACV, para reconocer sus aportaciones en estos años y para integrar unos autores que han luchado por la lengua valenciana, desde sus convicciones, en circunstancias precarias y casi heroicas. Solo de esta manera podremos superar definitivamente las divisiones lingüísticas entre valencianos que tanto amenazan la recuperación del uso social del valenciano e, incluso, su propia supervivencia.